“Samper de Calanda 25 de Septiembre de 1881.
Sr. Director
de La Derecha.
Muy señor mío: Aquí me tiene V. otra vez cuando pensaba
estar de regreso en esa Capital. No encontrando facilidad en el viaje de
Belchite a Zaragoza, determiné ir a tomar el tren en Azaila, pero sabedores de
ello mis parientes y amigos de esta villa de Samper, me hicieron venir
nuevamente con el pretexto de que no habiendo más tren descendente que el de la
tarde, no podría tomarlo hasta hoy. Este era el pretexto de ayer, y digo el de
ayer, porque hoy se ha presentado otro. Mañana comienzan las ferias en la próxima
villa de Híjar y los amigos han dispuesto una excursión a dicho pueblo, y me es
ya forzoso acompañarles. En la carta de Belchite ofrecí a V. una ligera reseña de
mi visita al seminario-convento que existe en dicha población. Se halla situado
al Sud. de la villa como a un kilómetro de distancia y en la margen derecha del
rio Aguas. Ignoro cuándo y para qué fue construido, solo me consta que, durante
la revolución francesa, allá por el año de 1793, sirvió de albergue a los
frailes que inmigraron en nuestro país huyendo de los sucesos que los suyos
tenían lugar. De entonces acá, ha estado en completo abandono, hasta que en
1866 dispuso su habilitación para seminario, el difunto cardenal. Todo me hace
creer que nunca tuvo otro destino. En los primeros años de esta última rehabilitación,
la enseñanza se daba con aprovechamiento notable por sacerdotes seculares, hasta
que en 1876 el mismo cardenal confió su dirección a los frailes dominicos,
quienes enseñan latín y humanidades a unos sesenta alumnos, de los cuales la casi
totalidad siguen más tarde la carrera eclesiástica. De propósito omito toda descripción
del edificio, porque su ningún mérito artístico me releva de esa obligación. Su
sostenimiento se halla ya perfectamente asegurado, pues según mis noticias, de
las pingües rentas que disfruta el seminario de San Carlos de esa capital, se
han transferido las necesarias para dar vida y permanencia al de que me ocupo.
El seminario-convento se halla rodeado casi en su totalidad por una extensa huerta,
aunque por hoy podría emplearse con más propiedad la palabra corral, y digo
esto, porque no obstante la proximidad del río, su altura no le permite disfrutar
del beneficio del agua. Pero si hoy no es huerta lo será pronto, pues los
frailes lo desean y todo es cuestión de algún tiempo. En pueda de ello y de lo
que puede un buen propósito acompañado de constante os diré a usted que uno de
los padres que ha permanecido allí durante cuatro años, en su afán por encontrar
el deseado elemento, no dio un punto de reposo a su imaginación ni de descanso
a sus brazos, hasta conseguir el descubrimiento de un manantial, que, si hoy
solo sirve para las necesidades del convento, no es dudoso que más tarde
convertirá en frondosa huerta lo que hoy solo tiene aspecto de corral. La nueva
fuente ha sido bautizada con el nombre de Inocenciana en recuerdo del padre
Inocencio su descubridor. Con esto y con decir a usted que los frailes á que me
refiero no lo parecen por sus hábitos, pues visten en un todo como los
sacerdotes, he concluido la ofrecida reseña. En mi constante afán de encontrar
algo digno de observar, entré más tarde en la iglesia parroquial de aquella
villa. Ciertamente que la hora de mi visita no era la más a propósito, pues
estaba anocheciendo, esto, no obstante, me permitió ver que es un antiquísimo
templo. Consta de una sola y espaciosa nave con capillas salientes en ambos
lados. Según me informaron las personas a quienes consulté, ha sufrido notables
reformas que afectan tanto a su solidez como a su decorado, desde que se halla
al frente de la misma su actual ilustre cura párroco. Como anuncié a usted, salí
de Belchite con dirección a este pueblo, bien ajeno por cierto de pensar en la
agradable sorpresa que bien pronto iba a hacerme olvidar las contrariedades
sufridas en los días anteriores. Encontrábame á la vista de Vinaceite; según mi
costumbre, pregunté a mi acompañante si en dicho pueblo habría algo digno de
ser visitado. Contestóme negativamente, pues según él, lo más notable de dicho
pueblo es el despeñadero. Daba este nombre, según vi poco después, a un elevado
corte del terreno que ha sido producido por la corriente de las aguas del rio
que lleva este nombre, y principalmente en sus grandes avenidas. La profundidad
del cauce en aquel punto y con relación al pueblo, será de unos doce a quince
metros, y si no se toman precauciones, que no se tomarán, la desaparición de
muchas casas es inevitable. Aunque el aspecto exterior del pueblo no demuestra
haber en él nada de notable, insistí una vez más en mi pregunta y se me
manifestó que habían oído decir si en la iglesia había o no algún cuadro de
Goya. Como usted comprenderá, bastábame esa indicación para que, sin tener en
cuenta la hora avanzada en que nos encontrábamos y tan larga distancia por
recorrer saltase del carruaje y con toda la agilidad que mi volumen permite,
encaminara mis pasos con dirección al vecino templo. Por fortuna para mi
impaciencia, sus puertas se hallaban abiertas de par en par y como su recinto
no es muy espacioso, no tardé en convencerme de que tenía al alcance de mi
vista tres obras maestras del célebre pintor aragonés. Soy completamente y
absolutamente profano en materia de arte, pero esto no es un obstáculo para que
al contemplar las creaciones maravillosas del genio mi alma se trasporte á
mundos superiores y goce en aquel momento lo que sería en vano demostrar. Tres
son los cuadros que la iglesia de Vinaceite posee debidos al inimitable pincel
del que nació en Fuendetodos a mediados del siglo anterior. De los tres, si hay
uno mejor que otro, lo será en mi concepto el que ocupa el altar mayor y
representa a San Juan Bautista, Por cierto, que una mano tan torpe como
atrevida ha embadurnado de no sé qué betún todo su tercio inferior, con el solo
propósito según se dice, de evitar los reflejos naturales do la luz. Por
fortuna será fácil corregir tamaño desafuero si de ello si se encarga persona
competente. El que ocupa el altar de la izquierda representa a San Rafael y su
estado de conservación sería inmejorable si las velas no se hubieran acercado
tanto al lienzo que lo han quemado, aunque en pequeñas proporciones, por tres
puntos diferentes. Su restauración seria, esto, no obstante, obra de poco
tiempo y de escasa importancia. Por desgracia no sucede lo mismo con el San
Francisco que hay en el altar de la derecha, pues se encuentra descascarillado
por algunas partes y pide por lo tanto una inmediata y completa restauración.
Repito una vez más mi ignorancia para juzgar del mérito de estas obras; pero así
y todo lo encuentro tan considerable, que vería con sumo placer que personas entendidas
en materias de arte las examinaran y dieran su autorizada opinión. Yo no me
atrevo a decir una palabra más. Aunque va siendo extensa esta carta, no debo
darla por terminada sin decir dos palabras en justo elogio del ilustrado cura
de Vinaceite D. Ramón Laborda, quien con una amabilidad sin límites se puso a
mi disposición tan pronto como se apercibió de mi llegada. Puede asegurarse que
mientras el Sr. Laborda esté al frente de aquella iglesia, no sufrirán el menor
deterioro las joyas que encierra, pues no tolerará que manos profanas se pongan
en ellas torpemente. ¡Y van ocho cuartillas hablando de iglesias y de
conventos! ¿Qué se dirá de mí, señor director?
Si mañana encuentro algo notable en la feria de
Híjar, se lo comunicare a V.—DG”
La Derecha nº86 1881-09-29 H.M.Z.
Fina Lanuza 03/02/2023
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